¿Sabemos dónde está la felicidad?

En épocas de crisis como la actual, parece que uno tiende a situarse y reubicar la felicidad en el sitio que le corresponde. Al lado de las cosas que no cuestan dinero o... no es así.

Muchas veces, hablando con compañeras y madres surge el tema del aburrimiento infantil, comentan que es una pena porque a pesar de tener todos los juguetes que deseaban siempre están aburridos y sin saber con qué jugar. 

Y sin embargo, nosotras comentábamos lo bien que lo pasábamos en nuestra niñez, jugando con cierta libertad en la calle, a la comba, al elástico, a los palillos chinos, al mate, a las cartas, a las muñecas, haciéndole ropita a las muñecas, a las canicas, a la peonza, a juegos de palmas, al pilla pilla, al escondite... a infinidad de cosas, y si no teníamos con qué nos lo inventábamos o nos pasábamos la tarde charlando. La palabra aburrimiento o no existía o rara vez se dejaba ver. Y sin embargo ahora...

¿Será que el consumismo nos ha atrapado? Sí, el consumismo está más relacionado con el aburrimiento y la infelicidad de lo que nos pensamos. Y es que cuando se cae en las garras del consumismo siempre se quiere más y se entra una en un bucle sin fondo que no nos deja ver la luz del Sol. No nos satisface nada de lo que tenemos porque no es lo último del mercado y claro, si no es lo último...¿cómo vamos a ser felices? ¿Volver a jugar con los juguetes que tenemos? Los tenemos ya muy vistos. Conclusión: nos aburrimos. 

Esta situación llevada al panorama económico actual puede desembocar en mucha infelicidad si no somos capaces de resituar nuestros valores para colocarlos en el lugar que les corresponde.

En esta línea un compañero comentaba que su mujer de vez en cuando les esconde a sus hijos unos cuantos juguetes, los guarda en una caja y los sube al altillo del armario. Los pequeños ni se dan cuenta de que faltan de la cantidad  de juguetes que tienen pero, cuando llegan días de aburrimiento, y tras meses con los juguetes guardados, se los saca y vuelven a sorprenderse y jugar como si fueran nuevos. 

¿Será que tenemos a los niños saturados de juguetes? Debemos procurar no ser nosotras las incitadoras de ese consumismo, se aprecia lo escaso y se aborrece lo abundante, esa es una realidad en este mundo nuestro. 

Pues procuremos que las nuevas generaciones aprecien cada una de las cosas que tienen.

Pero para ello nosotras mismas debemos reflexionar y recapacitar, ¿realmente nos creemos que la felicidad es más que el metal que pueda representar una tarjeta, o que las pulgadas que tenga una televisión, o que las estrellas que tenga un alojamiento?

Espero que sí.

No hay nada más reconfortante que un abrazo en el momento justo, una tarde en compañía sin un reloj empañando los minutos o un paisaje con alguien para compartirlo. Y todo eso, sí, no se paga con dinero pero llena nuestra alma.

En esta línea he desempolvado un vídeo que, aunque pueda resultar incongruente con todo lo que he dicho anteriormente, porque lo hace una gran superficie comercial, creo que, olvidándonos del fin último de este anuncio (que por supuesto es el económico), condensa bastante bien la idea que trato de transmitir. Así que lo dejo como conclusión final ;-)

Aprendamos a vivir como el sabio refranero popular nos indica, porque no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.