Aunque en muchos lares parecen estar cayendo en el olvido, las algarrobas son unas vainas, fruto de un árbol, el algarrobo, cuyas propiedades son tan sorprendentes que resulta extraño que se hayan dejado un poco al margen del circuito alimenticio y que prácticamente sólo se encuentren últimamente en tiendas de comida orgánica.
Bien, ahora es temporada de algarrobas y si, como yo, tenéis la suerte de toparos con algún algarrobo, no dudéis en entreteneros un rato en coger algunas.
Cuando era pequeña las cogía para masticarlas como una chuchería, porque, para el que nunca las haya probado, he de decir que son sumamente dulces, de hecho, poseen un 50% de azúcares naturales. Pero es que, atención: es rica en taninos (un poderoso antioxidante), vitamina B1 o tiamina, vitamina B2 o riboflavina, B3 o niacina, provitamina A o betacarotenos y D. Además de minerales como zinc, potasio, fósforo, magnesio, calcio, silicio e hierro. Y como no posee gluten es apta para celíacos.
Sus beneficios y aplicaciones son múltiples, aunque hoy veremos, de momento, cómo elaborar la harina de este fruto, con la que luego se pueden hacer múltiples preparaciones (como sustitutivo del chocolate, para la elaboración de panes, etc.).
Bueno, pero entremos en faena. Para hacer la harina de algarroba, estos son los pasos: