Las que tengáis gotelé en vuestras paredes ya entenderéis algunos de los problemas a los que una tiene que enfrentarse cuando quiere ir un poco más allá de la simple pintura para decorar.
Personalmente no me gusta nada, me parece que es una manera de facilitarle el trabajo a los constructores, que aprovechan el gotelé para tapar ciertas imperfecciones de la pared y, además, dificulta mucho innovar en la casa.
No se puede empapelar como es debido, aunque he sabido de ciertos trucos, como pegar previamente unas mallas adhesivas de espuma que camuflan el gotelé y sobre las que se pega a continuación el papel. Tampoco se pueden pegar vinilos (por mucho que digan, con el gotelé quedan fatal, medio levantados y arrugados) y mira que hay algunos chulos.
Precisamente llevo meses enamorada de uno de la firma UO que, como os comento, no puedo poner porque ya sé que no quedan bien en paredes con gotelé.
El caso es que, no sé si será por el buen tiempo que se acerca, por la proximidad de las vacaciones o porque he acallado por un tiempo a la indecisa que todas llevamos dentro, pero me he decidido a poner remedio a la falta de decoración del testero sobre el que apoya el cabecero de mi cama, al que lo único que lo diferencia de las otras paredes blancas es que le cambié el color hace un par de años, pero aún así lo veía sosísimo. Así que, puesta en faena y sin opción de dar marcha atrás me decidí a traspasar el vinilo que me gusta a la pared, dibujando con lápiz y regla.
Hoy os presento el proceso para este Antes y Después:
Lo primero, los materiales: